Por: Randy Gómez Africano «El Gonzolombiano»
En un desvío de la ruta hacia mi casa, hecho para aprovechar la cercanía a la zona, llegué a la Casa Moreu, una viva casa republicana clásica ubicada al occidente del barrio Bellavista pintada con los mismos colores de la bandera de Barranquilla, treinta minutos después de la hora que indicaba el flyer que vi en las redes del líder de una de las bandas participantes: 6 de la tarde.
Ahí, al observar a aquel caminando por ahí, vestido en su pinta “grunge” de pelo semi ondulado peinado hacia abajo chaqueta oscura y jeans, y unos cuantos grupos de dos o tres músicos de pie con sus estuches a la espalda y botellas a la mano, me bajé de mi transporte; subí la rampa del garaje, usada como la entrada de la “casa teatro”, entre saludos y la búsqueda de amigos y colegas que ya supe que estarían ahí; y entré en el sitio luego de pasar su letrero.
Ahí, en un bar casero de tres mesas viejas y escaparates de madera anterior al patio del lugar, encontré a Ric-para los conocedores, el guitarrista de Singlelito y No Mires Abajo-postrado en el mostrador y acompañado de una flaca colorada risueña y de lentes conocida como Nani-la cantante de No Mires Abajo- y una amiga del líder de su otra banda vestida en enterizo y accesorios góticos, que hablaban para pasar el rato.
Parecían expectantes ante una cercana llamada para tocar, pero al saludarlos no vi más que una incertidumbre en sus caras que confirmaron lo opuesto a ello.
-Está demorado-dijo la amiga
-Esto era a las seis y nada que nos llaman
Hace un par de días Juan José-para los conocedores, ese ya mencionado “líder” multifacético del acto progresivo Singlelito y demás proyectos- nos habló acerca del Criaturas Fest, nos confirmó las bandas participantes y nos dijo la hora del evento, misma que también estaba en su flyer que compartió por redes.
El evento empezaría si o si a las 6 de la tarde y tendría, valga la redundancia, 6 bandas de variados estilos tocando toda la noche, así que aquella incertidumbre, mientras pasaban más los minutos, y yo, curioso por el retraso, me fui hacia el fondo del lugar.
Ahí, al atravesar un patio de suelo de piedra, un techo hecho de ramas frondosas de árboles de una casa aledaña y la tras bambalinas del escenario de la casa, encontré a Juan Jose, quien estaba buscando algo con otros músicos algo desde uno de los extremos del teatro, y entre las formalidades le noté una cara disgustada de primera mano.
-Esto está atrasado. Esto debió empezar hace una hora-dijo
Era extraño verlo así, siempre en cada salida y toque era ley observar y tratar con él con una tranquilidad y amabilidad alegres. Pero su disgusto era verídico, pues el evento ya tenía retrasado su comienzo casi una hora, y desde los ensayos y primeras presentaciones bien que yo sabía lo serio que esos temas suelen ser para aquel.
Inmediatamente, entré a la sala de la Moreu, una especie de semi coliseo o anfiteatro oscuro sin escenario, gradas pequeñas con cojines en vez de sillas, e hileras de luces que cubrían toda la extensión del lugar, y desde lejos vi tanto la causa del retraso como a otro de mis amigos de la escena: Alfredo-para los conocedores, el pianista de melena lacia y gafas de Singlelito-contemplaba acompañado de su novia los cortometrajes de una especie de clase magistral sobre cine hecho en Santa Marta.
Al acercarme, luego de conversaciones y habladuría en medio de proyecciones, básicamente contó toda cosa que había ocurrido y nos pusimos a ver uno que otro corto.
-Esto está embolatado. No han armado nada; se pasaron de la hora y hay que esperar a que esto acabé-dijo en medio de una intervención del moderador
Varios minutos después de escuchar análisis y conceptos sobre actrices, fotografía y demás charla de reseñador cinematográfico me fui otra vez al bar; compré alguna agua de sabor y otra vez me puse a hablar con Ric. Hasta que Juan, en medio de todo el lugar y cualquier conversación se acercó, y tranquilo pero disgustado expresó a uno de los dueños del lugar:
-Amigo, esto era hace una hora y nada que empieza
Pero eso no fue más que subir la tensión y calentar el ambiente, pues rápidamente el tono de ese delgado hombre pelón vestido en ropas coloridas subió al nivel del regaño, de su boca volaron los “ustedes son invitados”, los “no pueden reclamar nada” y los “se aguantan”, y a Juan solo le quedaron como respuestas el recordar con seriedad.
Organización
Eran ya casi las ocho y poco tiempo era lo que tenían a la orden, así que, cuando las luces blancas se encendieron, toda una veintena de muchachos, incluidos Juan, Ric, Alfredo y Luis-un fornido bajista vestido en polo y con corte de The Weeknd que se hizo llamar Jaco para esta noche – de Singlelito, se lanzaron al centro del suelo que servía de escenario del lugar para montarlo todo.
En un arranque duro, en el que todos en cuestión de minutos comenzaron a enredarse y tropezarse como en un supermercado en temporada de descuentos colocaron amplificadores, movieron cables de un lado a otro, cambiaron de un bafle por otro, armaron la batería y probando toda cuerda. Pero a pesar de todo, a cada cosa que instalan algo les fallaba, y ante el apuro tenían que comenzar otro cambio y correr por todo el lugar otra vez.
Mientras tanto, estaba sentado en las gradas, hablando con Nani y la amiga para pasar el rato. No estaba llegando mucho público, así que miré alrededor para ver quienes ya estaban aquí, y encontré ambigüedad y el apaciguar de un temor a que el evento-ya accidentado de por si- no tuviera público.
Estaban amigos, como yo, y allegados, pero también había algunos de esos típicos personajes de la escena actual barranquillera y habitantes de sus ecosistemas de toques o festivales nocturnos: La joven recién entrada a los veintes vestida en falda y mallas; el rockero veterano desgarbado en pinta y tranquilo en actitud; la pareja de treintañeros bohemios y enamorados; o algún skater en sus pintas rústicas de jeans holgados buscando oír música cercana a su estética hecha aquí, aparentemente.
Justo ahí, luego de colocar todo micrófono y dejar limpio todo el lugar de casi todos los muchachos, Jaco hizo una que otra prueba de su bajo, llamó a los técnicos al notarlo sin volumen y luego de que el delgado y moreno bajista de Almas Sucias metiera todo una maquinaria-un combo de pedal y pedalera- y las luces se tornasen rojas de golpe, todo finalmente se alistó para comenzar este evento. Comenzarlo casi una hora después.
Rockear entre puros límites
De inmediato entró Singlelito, que tocó cuatro tonadas progresivas llenas de cambios; pasos de beats casi de vals a metal; solos de teclados psicodélicos; arranques de digitaciones frenéticas en las cuerdas en el bajo con las que Jaco-es decir, este Luis-le hacía justicia al hombre al que le debía su apodo; y guitarras siempre en modo líder de Ric; que fueron anunciadas desde un primer momento por Juan.
Mientras tanto, aquel cantaba a cada rato letras de pocas estrofas al mismo tiempo que le daba a la batería. Pero el público y yo al intentar prestar atención a su poesía, no las pudimos descifrar ni mucho menos encontrar. El sonido de su micrófono siempre estaba a un volumen bajo que dejaba su voz como una vibración más dentro de todo el sonido en vivo de la banda y enterraba su interpretación.
Ante aquello, tanto él como el público le gritamos más de una a los técnicos ubicados duros y molestos “no se escucha la voz” o “no se oye su micrófono”. Pero a pesar de eso y una, aparente ante todo el público, acción de los ingenieros, su voz, y en general la de cualquier otro vocalista de la noche, jamás subió decibel alguno.
Luego de aquello subió- o más bien, se paró Almas Sucias, un acto casi punk y, al parecer, de inspiración en el alternativo de los 90 liderado por Robin, un alto muchacho moreno siempre vestido en elegantes y estilizados trajes semejantes a los sacos usados por nobles ingleses en la calle; de inmediato se presentaron con esas clásicas entradas formales de toques independientes compuestas de nosotros somos y el decir las historias de las canciones; y comenzaron a tocar una pesada melodía rápida y casi al estilo del hardcore punk.
Ahí, Robin, con la sonrisa en el rostro y el sombrero de mago parecido al del Sombrerero Loco muy ajustado, comenzó a entonar:
Rata
Atrápala
Atrápala
Grita
En ese momento, Juan, Santi- para los conocedores el vocalista “cabellon” y siempre vestido en colores oscuros de Fósforo – y yo, junto a uno que otro asistente de las gradas del extremo derecho, nos hundimos en aquella explosión de distorsión, manotazos al redoblante y headbangs, y al decirnos unos vamos a formar el pogo acordamos comenzar el ritual de empujones principal para cualquier rockero en un concierto y bajamos hacia ese espacio del “escenario” que separaba los músicos de la grada.
Ahí, corrimos de un lado a otro; nos empujamos con los antebrazos y las espaldas al estar de medio lado; nos lanzamos uno que otro golpe y patada; uno de los asistentes se llevó a Juan cargado y pateamos los cables de un lado a otro sin darnos cuenta. Hasta que, de golpe, la música paró, un hombre barbado y delgado se levantó junto a los otros encargados del sitio y le dijo a Robin:
-Mi hermano, no se puede hacer pogo
-Pillen lo que pasa por hacerlo
-Yo te lo dije
Una pequeña disputa empezó ahí, pero antes de formar una silbadera o trifulca, y luego de que los técnicos de sonido advirtieron a la banda lo mismo que el dueño, pero ya llegando al nivel de una amenaza extorsiva, Robin nos pidió que regresáramos a las gradas.
Al volver en medio de una sensación propia de vergüenza y disgusto, los técnicos reconectaron un cable desenchufado en medio de las patadas y los piques del pogo, y el hombre barbado otra vez, con la furia y un poco de borrachera encima suyo, agarró el micrófono de Robin y casi provocando le dijo otra vez él “te lo dije o no te lo dije”, y al quedar cabizbajo por aquello, comenzó otra vez el Atrápala…Grita, Atrápala…Grita.
Frustración
Monstera, un acto de rock psicodélico y rock pesado de propuesta y estética de hombres estadounidenses usuarios de la marihuana-o storners- y habitantes de los barrios populares o las afueras de las ciudades del sur y el oeste yankee, terminó su set de canciones de rock psicodélico casi pesado colmado en fuzz y todo sonido salido de la California sesentera, y lentamente dejaron el escenario entre conversaciones y fotos.
La siguiente banda era No Mires Abajo, un grupo de math rock y, según Ric, “algo de emo” liderada por Nani y conformada por Juan, el bajista de Almas Sucias-no recuerdo su nombre- y el ya mencionado guitarrista de Singlelito. Una especie de súper banda que estaba preparándose para traernos una música compuesta de variaciones, pero más ligera y pop.
O al menos así iba a ser hasta que, al no pasar ni dos minutos en el “escenario”, Juan se puso otra vez su chaqueta, agarró el micrófono y dijo unas palabras propias de anuncio de un fallecimiento:
Amigos, desafortunadamente nos acaban de decir que hasta aquí llega el evento. Los vecinos pusieron quejas del ruido y el dueño nos acaba de decir que tocó suspender el evento
Fue el chispazo que reventó la tensión. En un solo instante los gritos iracundos invadieron el ambiente, las caras de impacto y consternación se posicionaron en cada asistente, y entre boos y dudas lanzadas en voz alta el ambiente pasó de alegre a pesar de cualquier inconveniente, a uno en el que todo pareció estar al borde de una protesta.
Como una respuesta ante todo esto, ante este fracaso, ante esta noche dañada por tantos enredos, tantas corridas, tantas pausas, desorganización, hostilidad, y ahora, una suspensión del evento, Alfredo armó la revuelta y con una cara sarcásticamente feliz y sonriente empezó a gritar:
-ESO ES MA. ESO ES MA… ESO ES MA, ESO ES M*A, ESO ES MA.
Con aquello, una serie de movimientos de protesta y consuelo comenzaron. El público entero, o la gran mayoría, también se unió al grito, salió mentando a la organización y en plena entrada de la “casa teatro”, a orilla de una de las avenidas principales de Bellavista, se quedaron en la entrada para quejarse del asunto como en cualquier evento caído.
No Mires Abajo había quedado con las ganas de tocar en vivo, la infraestructura armada, las gargantas ejercitadas y los instrumentos alistados, así que no se les pasó mejor idea que tocar un set acústico con un par de sus canciones para tratar de seguir la cosa.
Debido a esto, se pusieron ahí en un portón de la entrada iluminada por el cártel del lugar, Ric agarró una pequeña guitarra que tenían preparada y lista en el “escenario”, y Nani cantó, acompañada por él, dos canciones de la banda en medio de mis quejas por toda la situación. Luego, queriendo cantar y a la vez protestar, Alfredo entonó un tema con un coro compuesto de esta frase:
«Quiero ser tan diferente, pero no quiero cambiar»
Yo lo acompañé tocando unos bongos traídos por un muchacho moreno de la “casa teatro”, y hasta llegué a cantar una canción de un proyecto post punk propio. Para así tratar de dar más contenido a este, un acto con el que cerramos y tratamos de salvar toda esta noche, y responder ante el maltrato que se les dio a las bandas y el parón abrupto que acabó con el toque.
Una situación que, recordando como en los estaderos siempre desmadrados, los bazares carnavaleros, los “picós” y los conciertos en el Romelio o la Plaza de la Paz siempre han tenido el permiso legal-o no- para molestar todo el rato, nos puso a andar entre puras quejas y a mí, como sentencia para hacer un maleficio, a decir furioso:
Por estas cosas, la escena del rock en Barranquilla no prospera…