Barranquilla: la ciudad que progresa de frente a la extorsión, asesinatos y control territorial

El Foro de Desarrollo Local de la OCDE fue el escenario ideal para exponer al mundo cómo ha progresado Barranquilla bajo el modelo de ciudades sostenibles: territorios que apropian sus recursos naturales para convertirlos en patrimonio, ciudad y cultura. Ese mismo modelo, que desde hace cinco años se viene implementando con proyectos emblemáticos como la recuperación de la Ciénaga de Mallorquín, la transformación de la ribera del río Magdalena con el Gran Malecón, o la controvertida planta de tratamiento de aguas en Puerto Mocho, ha sido vitrina de orgullo para la administración distrital. Sin embargo, mientras se celebran estos avances ante la comunidad internacional, para los ciudadanos del común la percepción es otra: hay preocupación, miedo e incertidumbre.


Es innegable que Barranquilla ha escalado posiciones como una de las ciudades más importantes del Caribe colombiano. Pero lo que se vive en sus calles no siempre refleja el mismo relato de éxito. El pasado miércoles 9 de julio, mientras el alcalde Alejandro Char, junto a delegados de la OCDE, recorría las coloridas calles del Barrio Abajo para mostrar al «mundo» cómo se ha convertido en un museo a cielo abierto con sus murales y expresiones de arte urbano, en el barrio La Paz se vivía una escena de horror: Ada Luz Pérez Santana, de 27 años, fue asesinada de un disparo en el rostro en un hecho relacionado con la extorsión. Este crimen obligó al cierre del restaurante “Arroz Paisa”, negocio del cual dependía económicamente. La ironía es brutal: mientras se presentaba a Barranquilla como «el mejor vividero de Colombia», otra mujer trabajadora perdía la vida víctima de una realidad que cada día golpea con más fuerza.

La inseguridad, la extorsión y los homicidios se han convertido en las mayores preocupaciones para los barranquilleros. Según cifras de la Fundación Pares, en el Atlántico operan al menos cinco estructuras criminales con control territorial, entre ellas Los Costeños, Los Pepes y la banda de alias “Castor”, que tienen injerencia directa en los barrios periféricos de la ciudad. A pesar de una inversión de más de 120.000 millones de pesos en los últimos años en tecnología, patrullas y dotación para la Policía Metropolitana, financiada en parte por la tasa de seguridad que pagan los ciudadanos, los resultados no son alentadores. Las cifras de homicidios y extorsiones siguen en aumento. De acuerdo con el Observatorio de Seguridad Ciudadana, solo en el primer semestre de 2025 se han registrado más de 380 asesinatos, muchos de ellos relacionados con enfrentamientos entre bandas por el control de territorios y cobros ilegales.

Es surrealista hablar de progreso mientras entre dos y tres personas mueren a diario en la ciudad como resultado de acciones extorsivas o ajustes de cuentas. El progreso no puede medirse únicamente por obras de infraestructura o por la cantidad de visitantes en el Malecón; también debe verse en la calidad de vida de los ciudadanos, en su derecho a movilizarse sin miedo, a emprender sin ser extorsionados, a vivir sin ser blanco de la violencia criminal. ¿De qué sirve una ciudad bella, si quienes la habitan mueren por ella?

Celebramos que Barranquilla sea reconocida internacionalmente por sus logros urbanísticos y medioambientales. Pero exigimos coherencia: no puede haber un discurso triunfalista cuando las balas siguen silenciando vidas inocentes. A la ciudad le duele cada víctima del fuego cruzado, cada familia desplazada por la intimidación, cada barrio sometido al yugo del crimen organizado. Hasta que no se actúe con contundencia frente a esta amenaza, Barranquilla será «el mejor vividero» para unos pocos… y una tumba para otros tantos.

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